Hace ya más de una decada que trabajo con el concepto de “Wunderkammer” (cabinet of curiosities) y que antes de mi último viaje a Italia entendia más bien desde la perspectiva del “relicario”.
En 2000 y 2001 hicé las ilustraciones para la agenda anual
de la empresa Impresto de Mauricio Volpi (ahora Nostra Ediciones) diseñadas por
Alejandro Magallanes y Roxana Ruiz, y con textos recopilados o desrrollados por
José Galindo.
El año 2001 trabajamos la agenda desde el concepto del paso
del tiempo, por lo tanto quisé utilizar objetos viejos sobre los que fuera
evidente la huella de los años.
Mandé a hacer unas cajas de madera al formato de la agenda
en donde colocaría los objetos recolectados tanto a la orilla del mar en
Mazatlán, Sin. Como en las deserticas y abandonadas casas de Dinamita,
Dgo. O en los depositos de chatarra en
Torreón, Coah.
Un camión cargado de chatarra oxidada, volcado en la
carretera de Mazatlán a Durango, Dgo. Fue una gran fuente provedora de objetos
para este proyecto, (hoy que escribo este texto Nicolás que siempre estuvo a mi
lado en esas recolecciones, cumple 14 años)
El viaje a Italia reafirmó esta idea de la recopilación de
objetos sorprendentes y que reavivarón estos tipos de procedimientos de trabajo
al conocer el espacio de arte “Wunderkammer”
en Ferrara y el Museo de Ulisse Aldrovandi (1522) en Bolonia, que es una
verdadera caja de maravillas.
Desde siempre he utilizado distintos tipos de contenedores
para catalogar, acomodar y conservar mis objetos preciados, que después no solo
me son útiles para construir propuestas de ilustración tridimensional, sino que
en sí mismos estos objetos son fuente de inspiración para narrar historias,
como lo es concretamente el libro “Lo que guarda la caja”.
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