9.22.2014

Ali d’oro

Siempre me ha gustado y me interesa entender los procesos mentales, la forma en la que se unen las experiencias con las ideas y cómo se unen las ideas generando conceptos.
No soy un católico ferviente, pero los grandes símbolos de la humanidad siempre me impresionan de sobremanera.

Un día, casi sin pensarlo, estaba en la capilla de San Juan Bautista en Turín, Italia, sentado frente al lugar en donde se resguarda el Santo Sudario o Manto Sagrado, que es un lugar donde se respira solemnidad, un espacio solemne y silencioso.
También en ese viaje conocí la obra de Gastone Novelli (1925), en el museo de Arte Moderno de Bolonia, me impactaron los formatos, la técnica, el uso de caligrafía y el color.

Al regresar a México debía entregar los bocetos para “Que Todos Signifique Todos”, y comencé a hacer pequeños apuntes en mi libreta. Apuntes apresurados durante los trayectos en el metro y la primera idea que me gustó, fue conceptualmente que “todos” fuera algo que cubriera ampliamente, como un gran manto, un manto universal, algo que protege y guía a un abundante rango de personas; un símbolo.

A partir de esta idea hice el boceto para la pieza número uno: “Un ave que lleva las letras, bálsamo a los que habitan en la oscuridad” y después pensé que un ave humanizada podría servir como ese guía. Además las aves siempre están presentes en mi obra.

El boceto dos, surgió del concepto simple, luz y no luz. Luz: las palabras; no luz: la ausencia de la palabra escrita. Y de ahí pensé  en los autores que me gustan y convertirlos en aves estáticas en una zona densa y oscura: Oscar Wilde, Albert Camus, José Emilio Pacheco, Dante Alighieri, Paco Ignacio Taibo II, los escritores de Haiku japoneses y los autores latinoamericanos en general.

En el boceto tres, la ídea fue que el guía, quién tiene las palabras y la luz, ayude a salir a los otros de las tinieblas, que es de alguna manera lo que sucedió gracias a las aportaciones de Johannes Gutemberg  a la imprenta y por ello a la divulgación del conocimiento.

Los conceptos integrados a la serie, ya en su proceso técnico, fueron retomar la caligrafía y los colores  de la obra de Gastone Novelli  a manera de homenaje.

El cierre me lo dio una canción de Zucchero Fornaciari, que se llama Ali d’oro, cantada con John Lee Hooker, y que me gusta mucho.

De ahí además surgen los títulos de las piezas: Mio cielo, Porta mi via, Ali d’oro.












No hay comentarios :